Rabietas infantiles ¿Qué son?
Las rabietas infantiles son y forman parte del correcto y normal desarrollo de nuestros hijos y a pesar de que nos frustren e incomoden, las rabietas son esenciales para la evolución de sus personalidades. Por ello es fundamental que entendamos por qué se producen, cómo intentar prevenirlas y cómo actuar cuando de repente nuestro pequeño entre en una de sus pataletas.
¿Qué puede causar una rabieta?
Las causas de las rabietas pueden ser varias:
- Una necesidad básica no cubierta como tener hambre, sueño o cansancio. Un niño cansado, con sueño o hambre es un niño irritable, cualquier cosa puede molestarle lo suficiente para que muestre con todo su ser su disgusto.
- No poder obtener todo aquello que desean.
- No poder expresar todo aquello que quisieran.
- Una necesidad creciente de independencia y autonomía.
Alrededor de los 18 meses, más o menos, empezaremos a ver cómo nuestro pequeño angelito empieza a mostrar conductas de exteriorización de enfado, impaciencia, negativismo o testarudez que se reflejan de diversas formas o maneras, si bien, las más características son los llantos explosivos, las pataletas en el suelo dejándose caer o tirándose, acompañadas de gritos como por ejemplo: ”noooo”, ”no quiero!”, ”mala!” o frases similares. Quienes tenéis hijos de esta edad sabéis perfectamente a qué me refiero porque probablemente las hayáis sufrido en más de una ocasión.
Estas conductas, que al principio nos perturbarán y luego nos llegarán a cansar, son absolutamente normales y habituales en niños de entre 2 y 4 años, aunque pueden perdurar hasta los 5 o 6 años.
¿Cuándo aparecen y por qué se producen?
Alguna vez te has preguntado qué es lo que le ha pasado a tu bebé tan dócil, tan obediente, tan… que de repente, ante cualquier negativa ha empezado a tener un comportamiento que no te esperabas: se ha tirado por el suelo, ha empezado a gritar y patalear… Sí, ha tenido su primera rabieta.
Sobre los 2 años, más o menos, nuestro hijo está descubriendo su propio yo y su capacidad de comunicar lo que desea a los demás, el problema radica en que normalmente no puede hacer todo aquello que quiere, ni puede expresarse adecuadamente, ya que a esta edad es capaz de entender mucho más de lo que puede llegar a expresar.
Debido a la gran frustración que le genera no poder tener todo aquello que desea ni tener la posibilidad de expresarlo verbalmente, por falta de habilidades lingüísticas, recurre a las rabietas para externalizar de algún modo su gran enfado. A medida que mejoren sus habilidades lingüísticas, las rabietas tenderán a disminuir.
Recordemos que a esta edad son normales las crisis de oposicionismo con sus ”no”, los ”mío, mío” y por tanto las rabietas no son otra cosa que la expresión de su yo naciente y la necesidad de afirmar su propia individualidad.
¿Quién no se ha desconcertado cuando su hijo que estaba aparentemente tranquilo, de golpe, como si alguien hubiera apretado algún resorte en su cabecita, explota de rabia? Y claro, nos preguntamos ¿y ahora qué pasa?
Otro aspecto al que se enfrentan los niños pequeños y que les causa gran frustración es una necesidad creciente de autonomía. Los niños pequeños quieren ser cada vez más independientes y controlar su entorno. Empiezan con: ”Yo solo”, ”No, tú no” o ”Quiero eso”. Y cuando descubren que no pueden hacer todo lo que se les antoja o tener todo lo que quieren… tenemos todos los ingredientes para una rabieta.
¿Cuándo dejará de tener rabietas mi hijo?
La etapa de las rabietas es una etapa pasajera, con el tiempo irán cesando y cada vez se harán menos frecuentes. Solo se trata de una etapa más en el desarrollo de nuestros hijos por la que cada niño tendrá que pasar. Entendamos que se trata de una fase que indica la formación de su propio yo, de su personalidad.
La clave de su frecuencia, intensidad y duración es cómo las manejemos, es decir qué provecho saca el niño de su rabieta o, lo que es lo mismo, de cómo las utilice para influenciarnos o para conseguir determinadas cosas.
Si los niños comprueban que sus rabietas no son capaces de hacernos cambiar de opinión ni de manipularnos irán desapareciendo en la medida en la que comprueben que no tienen ningún efecto sobre nosotros. Pero sobre todo irán diluyéndose a medida que nuestros hijos vayan aprendiendo a tolerar la frustración y a expresar mejor con palabras aquello que hasta el momento solo podían expresar pataleando.
En relación a este último punto es muy importante ayudar y fomentar, desde muy pequeños a identificar sus propias emociones y a expresarlas verbalmente. Cuando nuestro pequeño tenga ya unos 3 años de edad, podemos empezar a enseñarle a expresar sus sentimientos con palabras (”Estás enfadado porque…”).
Debemos enseñar a los niños que el enfado es normal, pero que debe ser manifestado en la forma apropiada.
Así que, paciencia y tranquilidad son las claves para poder superar esta etapa por la que todos los niños pasan. Y para ellos tenemos que ser conscientes de que los adultos somos nosotros y que tenemos que ayudarles sin ceder a sus peticiones ni tampoco ignorar la situación y dejarles solos en ese momento tan desagradable, tanto para ellos como para nosotros. No olvidéis que a ellos tampoco les gusta llorar, patalear, gritar, tirarse al suelo… pero a veces no saben cómo afrontar el “no” de sus padres. Así que, una vez se ha pasado “el momento” intentar hacerles comprender que no siempre se puede hacer todo lo que uno quiere y que eso no es malo, hay muchas cosas que ellos tienen y pueden ser divertidas. Es importante mostrárselas y jugar siempre que sea posible. Esto es lo único que quieren y necesitan de verdad!!»
Sandra Gisbert Mendiola
Educadora de CEI Hormiguitas